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"Nadie viene al Padre sino por Mi"

Foto del escritor: Noel JimenezNoel Jimenez

Juan 14:5-7,12-14.

6 Jesús dijo: Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie llega al Padre si no es por mí. 7 Si me conocieran, también conocerían a mi Padre; y desde ahora lo conocen y lo han visto.       12 Les aseguro: Quien cree en mí hará las obras que yo hago, y aún mayores, porque voy al Padre. 13 Todo lo que pidan al Padre en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. 14 Si piden algo en mi nombre, yo lo haré.

En esta cita bíblica se encuentra lo que para muchos es y será siempre un gran misterio, pues quien la lee e intenta interpretarla con una perspectiva realista y limitada, fácilmente concluye que este llamado a realizar obras mayores que las de un ser de carne y hueso que caminó sobre la tierra es casi imposible para la mayoría de las personas. Además, ¿cómo pedir al Padre en su nombre?, o ¿qué se puede pedir, ya sea mucho o poco, como amor, abundancia y bienestar ilimitados? Pareciera contradecir a muchos credos que sugieren a sus seguidores que en la escasez hay virtud, por tanto pareciera ser que todo es definitivo y es mejor resignarse. Muchos creen que ofrecer a ese supuesto dios un estado poco agradable como ofrenda tiene algo que llaman virtud santa, y que para pedir al Padre se deben realizar numerosas ofrendas y plegarias repetitivas que parecen no tener respuesta, pero que seguramente será un aliado después de la muerte para una supuesta recompensa en lo que llaman cielo.

..” todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, lo haré ..” . ¿Qué sucede si solicitamos algo que, según muchos credos, nos hace sentir impuros o actuar en contra de sus normas? Parece que en esta maraña de explicaciones y preceptos humanos, el propio hombre lo ha complicado tanto que ese círculo vicioso y engañoso al que se somete y somete a millones sigue siendo el alivio para multitudes, aunque nadie necesita alivio, lo que se requiere es la cura. En mi niñez, mi mente rebotaba confundida entre muchas preguntas que no tenían respuestas, preguntas expuestas a la luz o entendimiento de uno de los credos más populares, pues las respuestas de estos líderes religiosos y de quienes creían en ellos eran, como repito, solo un alivio, un alivio que dura muy poco ya que las dudas regresan sin haber cura alguna. Hasta que encontré los guías, las herramientas y qué mejor que la experiencia, aunque muy poca hasta el día de hoy, para demostrarme a mí mismo que estos grandes hombres de la antigüedad estaban dramatizando los innumerables estados de conciencia que se debaten entre dos mundos, el mundo limitado de la mente carnal y el mundo ilimitado, desde donde todo es creado, de la mente divina o mente de Dios, ambas presentes en cada uno de nosotros. Tú y Dios son uno, no existe tal separación. Existen dos planos, el terrenal y el divino, pero el poder de creación es uno y tú eres el portador de ese poder, dentro de ti.

Una vez más, el profeta nos ilustra una ley universal mediante un diálogo muy revelador: la conciencia de lo que creemos ser es la única que puede crear y modificar todo lo que somos y experimentamos en esta realidad física u objetiva. Esta conciencia de ser, junto con su poder o energía para imaginar y asumir estados tanto existentes como inexistentes, puede alcanzar fácilmente estados placenteros o desagradables sin necesidad de lo que llamamos realidad. 

A continuación, intentaré revelar esta gran verdad de la manera explicada.    

Veamos, absolutamente todo lo que experimentamos en este mundo objetivo tiene una única fuente o causa de ser: tu conciencia de lo que crees ser. Ahí has asumido lo que es posible o imposible para ti, y has concebido infinidad de ideas con sentimientos que han sido los impulsores o semillas de todo lo que tus cinco sentidos llaman realidad. Así, vas co-creando situación tras situación, tejiendo innumerables experiencias a lo largo de la vida que, una vez manifestadas, se conectan con otras similares y van moldeando poco a poco, paso a paso, todo lo que hasta el día de hoy has vivido.

Hoy eres y tienes; al igual que, naturalmente, lo que no eres y no tienes. Sin importar si lo que eres y tienes, o lo que no eres y no tienes, es bueno, malo o indiferente. Todo eso importa poco o nada; lo relevante es que tú, de manera consciente o inconsciente, lo has concebido dentro de tu conciencia. Si hoy piensas que existe un ser ajeno a ti que sabe lo que es bueno y lo que es malo, lo que te conviene o no, entonces debes saber de una vez por todas que no es así, elimina esa idea de tu mente. El Poder Creador no juega al azar o la suerte, ni es supersticioso, ni basa la creación en casualidades o coincidencias, y mucho menos es selectivo; si realmente fuera así, este mundo sería un caos, un completo desastre. Puedes analizar por un momento detalles de alguna experiencia.

Si revisamos la película de nuestra vida al revés, seguramente encontraremos al inicio una conversación, un temor, una preocupación, una excusa o pretexto, una noticia buena o mala, un deseo sincero del corazón, una creencia en algo, una advertencia o sugerencia de nuestra mente o de alguien más, algo que puede limitar la actitud y con esta el actuar o el tomar decisiones. Esa semilla seguramente se halla en lo más profundo de nuestra conciencia. Está germinando y sosteniendo como cierto aquello que predomina en todo lo que recogemos, sea deseable o no. Llamemos asunción a esa semilla plantada en lo profundo de la conciencia; una concepción es una creencia con sentimiento, una creencia sentida profundamente. Puede ser una creencia en algo positivo con su sentimiento relativo, o lo contrario, una creencia en algo indeseable alimentada por el sentimiento del miedo. Muchas veces se nos advierte a “no temer”. Desde hace miles de años, estos sabios comprendieron que de alguna manera el miedo es un sentimiento de creatividad muy poderoso, aunque al ser de una frecuencia negativa, pues opera en contra de la evolución, puede con la misma fuerza crear un desagrado o destruir algo positivo ya existente, creando su opuesto negativo. Actúa en contra de la evolución, ya que este sentimiento paraliza, detiene y hace retroceder a quien lo experimenta, impidiéndole avanzar hacia el deseo de expansión, y por lo tanto, frena el crecimiento. El miedo a la pérdida, a la enfermedad, a un accidente, al fracaso, a un error, a una ruptura, en resumen, a todo lo que podamos concebir con una imagen y el sentimiento de caída o temor. Destruye lo positivo o evolutivo que eleva a un nivel más alto de creación, lo cual también puede elevar el entendimiento o la comprensión. Por lo tanto, eso es precisamente el miedo, una caída del ser desde lo que verdaderamente es.

De la misma manera, el sentimiento del amor puede crear desde la nada todo lo verdaderamente deseable en el corazón de cada individuo; desde el amor se puede transformar lo áspero o violento en placer y armonía, se puede co-crear una experiencia de vida llena de gozo, abundancia y paz en toda área de esta existencia y aún más allá de esta limitada realidad. Este sentimiento del amor, poco comprendido por la mayoría, se identifica mejor que nada con una sola palabra o definición, que es: entrega. Es evidente, si analizamos detenidamente, que el amor se ha devaluado a niveles muy bajos, ya que para el hombre vacío el amor tiene un fin ya marcado, o dicho de otra manera, una condición ya establecida, siempre que me amen y respeten yo amo y respeto; así de vacío y costoso es ese sentimiento para los realistas. Pero para los sabios de la antigüedad era bien sabido, tras su intensa búsqueda y análisis, que el amor es entrega, una entrega desde adentro a todo lo infinitamente posible para el poder que reside dentro de cada uno de nosotros, Dios. Una entrega que marca el comienzo irreversible hacia algo nuevo y gozoso en contra de lo que nos aflige o molesta. Gracias a la entrega, Dios envió a su único hijo a darnos la salvación; fue entregado a este mundo, se nos enseña, se entregó por nosotros para ser castigado y crucificado por quienes no creían en él, y todo esto se describe como el acto de amor más grande que Dios tuvo y tiene por la humanidad. Ningún otro acto ha sido conocido o revelado por Dios como el mayor ejemplo de su amor por el hombre que haberle entregado a su hijo unigénito, quien ahora nos hace, mediante la ilustración profética, una gran revelación: “nadie viene al Padre sino por mí”.

Conocemos bien que Dios o Padre se refiere al creador, el creador de todo lo visible e invisible. Existe solo un poder creador, responsable de todo lo que vemos y no vemos. El mediador de este poder o energía es único, y ambos están presentes en nosotros, unificando un solo poder y siendo una sola entidad, el Padre y el Hijo,  Juan 14:28, ..-porque voy al Padre, pues el Padre es mayor que yo”. Todo lo creado pasó por un proceso de creación o manifestación, como prefieras llamarlo; hubo una semilla o causa para el fruto que ahora es visible, así sucede con todo lo que puedes observar o experimentar en esta realidad objetiva. Tú, como portador del poder divino y su mediador, estás llamado no solo a disfrutar del banquete preparado para ti, sino que también tienes la libertad de elegir. Esta libertad, tan valiosa pero a menudo ignorada por muchos, es la clave o pieza fundamental para la creación completa y perfecta de todo lo que deseamos. Por el contrario, si se deja en manos ajenas, las consecuencias pueden ser graves; ataduras y limitaciones se instalan en quienes no saben usar libremente el poder para decidir lo que deben soltar y lo que deben aceptar como verdad. Tanto en lo que consideras bueno o malo, tienes el poder y la libertad para elegir conscientemente lo que deseas y apropiarte del sentimiento de ese deseo, sin importar el proceso por el cual ese deseo pase del plano invisible al plano visible. Si aún no has podido darte cuenta conscientemente de este proceso, seguramente si prestas atención y practicas la meditación o la oración, Mateo 6:6, enfocada en un deseo profundo de tu corazón, verás que es así. Por lo tanto, más allá de esta dimensión real u objetiva, existe una dimensión inalcanzable para tus cinco sentidos, en la cual se co-crean los estados o experiencias que se perciben a través de tus sentidos. El poder que desde lo alto crea y gobierna todo lo de abajo está presente en tu conciencia, en un espacio fuera del tiempo que ya conoces, más allá del pasado, presente o futuro, es todo lo que existe como única entidad, es energía pura. No es posible escapar ni separarse de él, no puedes alejarte ni acercarte, no puedes ser más ni menos, no puedes ausentarte y luego regresar, simplemente no se puede. Somos uno con él y él es uno con todos; las diferencias que apenas puedes percibir están en el uso que cada uno hace de ese poder; sin embargo, en su esencia, en ese poder, no hay diferencia alguna, todos volveremos al hogar como una gran familia y todo será como antes de que existiera todo lo que existe, así es y así será. Puede resultar confuso al principio, pero no importa, pues es la mayor de las leyes y todos existimos por él y para él, y sin él nada de lo existente podría haber sido.

 Ahora, se te ha dado el mediador, tú eres el mundo en busca de una salvación, o de muchas. Recibes al único que puede salvarte y que, por tanto, se convierte en la única vía para acceder, llegar o volver al Padre. Pues el Padre, siendo el creador, y tú, necesitando co-crear o modificar algo existente, debes acudir a ese poder que todo lo ha creado para rectificar la realidad que deseas. Él ha enviado a tu salvador, al único que puede reparar tus fallos de una vez por todas y darte lo que deseas; los evangelios están llenos de milagros, curaciones y deseos concedidos a todos los que, en su camino, deciden aceptarlo como la única verdad y vida. Tú eres el de todas esas historias clamando por algo o por mucho que deseas tener o cambiar; cada día estás presente frente a él, a ratos lo contemplas y la mayoría del tiempo le das la espalda, lo cambias por el mundo del César, prefieres entretenerte en más de lo mismo, prefieres escuchar tus fallos, tus remordimientos, tus miedos, tus congojas, tus aflicciones, tus preocupaciones, tus experiencias de hace años pero que sigues alimentando día a día aun cuando de eso hace mucho tiempo, prefieres las malas noticias, las discusiones, la necesidad de tener la razón, de saber cómo se debería dar esto o lo otro; todo eso prefieres a lo largo del día, no te queda ni un minuto para contemplar quién definitivamente es tu único salvador. Pasamos muy ocupados tratando de resolver con la fuerza y la lógica todo lo que nos desgasta y que al final en poco o nada nos alimenta espiritualmente. Acudimos a asambleas a llevar ofrendas, a hacer vanas peticiones, a seguir un credo que de igual manera en poco o nada nos nutre espiritualmente, y aun así nos consideramos creyentes de la fe cristiana, aunque miles y miles de estas peticiones siguen sin respuesta, miles y miles de mentes siguen sin transformarse, creemos que eso es tener fe. Aquí tenemos al unico poder que nos dice que si realmente creemos en él, las obras que él ha realizado serán pocas y que tú y yo podemos hacer mucho más de lo que él hizo,  entonces, ¿dónde estamos fallando? ¿Sería una promesa vacía?, ¿acaso el llamado es para una minoría que desconocemos pero que nos ilusiona a todos de igual manera? Pues no. Ese llamado es para todos por igual, sin importar raza, credo, estatus, poder social, descendencia, o cualquier otro calificativo que el mundo tenga de por medio. Los grandes inventores, escritores, genios ilustres en la historia de la humanidad han sido testigos en carne propia de estas palabras proféticas.

Consideremos el pasaje desde otra perspectiva y preguntémonos: ¿qué medio podría emplear para dar el primer paso hacia una idea o deseo?, ¿cómo podría formar o dar forma a ese deseo en mi mente?, o, ¿por qué vía llegó a mí ese deseo? Dime si no es a través del poder de la imaginación, ¿puedo imaginar algo que aún no tengo o que quiero cambiar? ¡Definitivamente sí! Si no puedes imaginar un deseo, tampoco puedes moverte del lugar donde estás sentado. Primero tienes la energía para generar un deseo; en la quietud creas un deseo. Tomemos un ejemplo sencillo: estás sentado en el sofá y de repente deseas beber agua. Como primer paso, trajiste a tu mente el deseo de beber agua, y de inmediato piensas en levantarte y dirigirte hacia donde está el agua, ¿verdad? Sin embargo, sigues sentado; si realmente surge en ti ese deseo, seguramente también surgió una imagen que se asocia con las acciones necesarias para satisfacer tu deseo, desde activar tus músculos, levantarte, ir a la cocina por los pasillos de tu casa, tomar un vaso, llenarlo de agua y saciar tu sed. Este proceso requiere un deseo, el acto planificado en tu mente y la certeza de haberlo logrado; ocurre en fracciones de segundos y concibes tal acto sin ninguna resistencia. Nadie aparece con un vaso de agua en la mano recordando que lo último que hizo conscientemente fue cambiar los canales de la televisión, por ejemplo. De manera similar al ejemplo anterior, tu mente viaja a velocidades increíbles a través de cientos de experiencias, algunas sucediendo como crees que deberían y otras no tan reales hasta el momento, a lo largo de un solo día. ¿Cuáles de estas experiencias se identifican con el miedo y cuáles con el amor? Te sorprenderías al conocer la respuesta. Ahora, ¿cuáles de estas experiencias son repetitivas y sentidas al punto de terminar actuando y asumiendo que estás dentro de ellas como algo ya sucedido? Podrías pensar que el deseo de una acción tan simple como moverte para tomar un vaso de agua es algo muy sencillo, que poco o nada se compara con un deseo tan grande como realizar el viaje de tus sueños, por más costoso que sea. Permíteme decirte que en ambos casos el proceso es igual de sencillo. Solo necesitas tu asunción subjetiva, o más claramente, que te apropies de la certeza de estar en la realización del deseo y no simplemente pensando en él. Podrías imaginar que te desplazas desde tu habitación hasta la cocina y tomas un vaso de agua; estoy seguro de que sí, y lo haces sin dudar, incluso podrías sentir el vaso frío entre tus manos y cómo bebes el agua. ¿Puedes entonces elevar tu imaginación y sentimiento a algo más grande, como estar en un lugar donde te gustaría estar, o estrechar la mano de alguien a quien quisieras saludar? Eleva tu ser al nivel de la asunción necesaria y podrás experimentar lo que es la verdadera Fe. Luego regresas a este momento, pero con la concepción de un regalo de Dios. Para eso, Dios te da el poder de imaginar. Por eso, la energía que crea y lo es todo se mueve más allá del tiempo y el espacio para materializar ese movimiento, que eventualmente se manifiesta como un estado o experiencia en lo que llamamos futuro, ya sea un segundo después del presente o varios años.

Sea cual sea el tiempo, en esa dimensión de la conciencia, todo existe como un único presente y una única verdad. ¿Y qué es ese todo? Nuevamente repito, todo es aquello que aceptas como verdad, como posible o cierto para y sobre tu ser. Si crees que la realidad determina lo que puedes ser o tener, entonces así será, no porque la realidad lo determine, sino porque es tu verdad sostenida en la conciencia. Si, por el contrario, tus suposiciones están determinadas por tus verdaderos deseos, aunque estos contradigan tu realidad actual, entonces te estás moviendo fuera del tiempo y espacio para co-crear una nueva realidad. En ambos casos, no importa lo que haya sucedido hasta ahora, sino lo que aceptas como verdad, ¿entiendes? Por eso se te dijo: Lucas 9:62, 62 Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios. E

El reino de Dios es tu conciencia en completa armonía, en perfecta sintonía con todo lo que nos eleva y nos expande hacia una evolución positiva hacia el crecimiento y la comprensión de la Ley Divina. Es el estado en el que una petición o deseo se convierte en una realidad actual, reemplazando todo lo opuesto; esto es poner la mano en el arado y romper el terreno para crear un nuevo campo, un campo fértil para sembrar y cosechar lo que deseas. Mirar atrás significa no poder dejar de lado la duda, el miedo, las excusas y el pasado indeseable. Si eres capaz de controlar lo que consideras cierto dentro de ti y elevarte al nivel de ese sentimiento, entonces te transformas al nivel de tu deseo. Desde ahí, actúas como si ya lo fueras. Ya has creado una nueva realidad. Recuerda, se te ha dicho innumerables veces que para Dios no hay imposibles; debes no solo entenderlo, sino creerlo y vivirlo. Es importante aclarar algo muy interesante: la Ley más poderosa de toda la creación es: como es arriba es abajo, como es adentro es afuera. Esto revela que todo lo que llamas creación tiene origen dentro de tu conciencia, por lo tanto, todo lo que experimentarás como real en el mundo de los cinco sentidos proviene de adentro.

Entonces, esa acción que deberías llevar a cabo y que coincide con tu deseo, puedes realizarla internamente sin mover un solo músculo, desplazándote fuera de esta realidad hacia el deseo ya cumplido. Solo necesitas una acción que se corresponda con lo que deseas, como si tu deseo ya se hubiera hecho realidad. Es la única manera en que Dios puede actuar, y es la única vía por la cual, a través de su hijo Jesucristo, se puede manifestar lo deseado. 

Así que, tienes energía para concebir y atraer un deseo hacia ti. Luego, ese deseo se te entrega de manera concreta y específica en tu acto imaginario. Sentado donde estés, asume que ese deseo ya es una realidad y que no necesitas hacer nada para materializarlo. Entonces, en tu imaginación, actúa como si estuvieras en una escena de película, en algo que te haga ver que tu deseo ya es un hecho. Si necesitas o deseas un artículo en particular, ¿cuál sería una acción que te haría sentir que ya lo tienes? Podría ser una felicitación de alguien cercano, un comentario de alegría o incluso cierto recelo de alguien a tu alrededor. Sea lo que sea, vive esa acción en tu mente y verás qué sucede si realmente la experimentas como una asunción. Sin duda, en ese instante te has sentido muy bien, -fue demasiado bueno para ser cierto-, dicen algunos. Pues bien, si logras desear, imaginar, sentir y dar las gracias en silencio, entonces ya has creído. Te aseguro que desde ese momento algo dentro de ti se ha movido, algo se ha estremecido, y de ahora en adelante te moverás en esta realidad de manera diferente que antes; algo en ti ha cambiado. Persiste en esa asunción y te darás cuenta de por qué el profeta conocía el poder de entregarse al mayor de los regalos que Dios tiene para la humanidad. Cada deseo de tu corazón es un regalo que fue concedido en tu imaginación gracias a Dios. 

Este acto revela el secreto de la creación; con tu poder de imaginar, solo con ese poder puedes acercarte a Dios. Al imaginar y sentir algo que deseas de manera auténtica y concreta, puedes acceder a Dios; no hay otra forma posible. Eso es pedir en nombre del mayor don otorgado por Dios al hombre, el don de concebir mediante actos imaginativos que trascienden esta dimensión de tiempo y espacio. Solo se te pide una condición: creer. No es creer en un hombre de carne y hueso que hizo ciertas cosas y ahora te dice que pidas en su nombre y hagas más de lo que él hizo; o creer en requisitos impuestos por los que no lo conocen en este momento, esa nunca fue la intención del profeta. Creer es, además de comprender, asumir de manera consciente y concreta el estado que se alinea con tu deseo y ser fiel a ese estado a toda costa. Cuídalo y aliméntalo como una futura madre cuida de su vientre, sin dudas ni miedos, sin importar lo que la realidad externa diga, sin importar cuán difícil haya sido todo hasta ahora. No mires atrás ni intentes suponer las vías o medios por los cuales tu deseo se realizará; ya lo asumiste, entonces ya es una realidad y no necesita de tus suposiciones, solo necesita de tu asunción. 

Querido lector, vuelve a leer la cita bíblica del principio, luego lee esto: 

Tienes dentro de ti el poder o energía para imaginar y sentir; ¿quieres crear o transformar algo? Para Dios, desear es decretar lo que ya existe como si ya estuviera creado. Si deseas algo, sé específico. Imagina y siente (asume, concibe) como si ya fuera real, como si ya existiera. Tu imaginación sentida es el hijo de Dios, se te ha dado con el mandato de que solo en él creas. Entrégate a él a pesar de lo que el mundo diga, lo que imaginas y sientes es tu decreto hecho en unión con Dios a través de su Hijo. Ahora que imaginas y sientes, estás pidiendo en su nombre, y solo a través de él, mediante tu acto imaginario sentido, puedes pedirle y acceder a Dios. Puedes pedir cualquier cosa; pide en abundancia para la evolución de todo lo que traiga paz, armonía, comprensión y gracia a tu vida y tu entorno.

Deja de depender del dios de tradición o costumbre y empieza a vivir en el Dios de vida a través de la experiencia, el que realmente guía tu camino y la verdad de lo que experimentas. Entrégate a todo lo que desees creer, aunque parezca imposible para tus cinco sentidos. Asume como si fueras Dios, que si que lo eres, decreta todo lo bueno que deseas y actúa en consecuencia. Adopta ahora la actitud que tendrías si la creación a tu alrededor fuera perfecta tal como lo deseas, y podrás comprobar las maravillas del Señor.


Noel Jimenez.




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